Con esta exposición que ha protagonizado el verano madrileño, el Museo del Prado, investiga el valor artístico del primer Renacimiento florentino, en torno a 1420 y 1430, con especial atención a la figura de Fra Angelico, uno de los grandes maestros de este período, con su famosa y excelsa obra La Anunciación del Museo del Prado, que se exhibe ahora en toda su plenitud tras su reciente restauración. Junto a ella se pueden contemplar la Virgen de la Granada, incorporada a la colección del Prado en 2016, y otras 40 obras de Fra Angelico, así como de otros pintores contemporáneos como Masaccio, Masolino o Filippo Lippi, y de escultores como Donatello o Ghiberti, hasta un total de 82 obras.
Angelico se formó como pintor en una Florencia en la que los encargos públicos de escultura y arquitectura conseguidos por Brunelleschi, Donatello y Ghiberti hicieron que se volviera la vista a la Antigüedad clásica en busca de inspiración. Aunque fue aprendiz en el taller del benedictino Lorenzo Monaco, quien cultivaba un estilo gótico refinado y elegante, Fra Angelico se entregó sin reservas al nuevo lenguaje artístico y, al igual que su maestro Monaco, ingresó en una institución religiosa, San Domenico de Fiésole, convento en el que tomó los hábitos. Su condición de fraile no le impidió colaborar con otros artistas y mantener un gran taller que proveía de pinturas tanto a iglesias como a importantes mecenas de la ciudad y fuera de ella.
Entre los retablos que pintó para su convento estaba el de la Anunciación del Museo del Prado, eje de esta exposición, en la que se demuestra su activa participación en el renacimiento de las artes que se produjo en Florencia, pues junto a Masaccio, más joven que él, inventó una nueva manera de ver que dominaría el arte occidental hasta la época moderna.
Datada a mediados de la década de 1420, La Anunciación es el primer altar florentino de estilo renacentista en el que se utiliza la perspectiva para organizar el espacio y en el que las arquerías góticas se abandonan a favor de formas más ortogonales, de acuerdo con las consignas preconizadas por Brunelleschi. Debido a su condición de fraile, su capacidad para manejar la luz, el espacio en perspectiva y la narración se ha visto a menudo eclipsada por sus méritos como pintor teológico.
Este retablo llegó a España en 1611, siendo probablemente la primera pintura suya en abandonar Italia, mientras que la Virgen de la granada fue adquirida por el XIV duque de Alba en 1817, cuando se estaba redescubriendo el valor artístico del primer Renacimiento florentino. Se entrelazan así en esta exposición dos relatos: Florencia vista por Fra Angelico y Fra Angelico visto con ojos españoles.
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