08/08/2012, octavo día del Diario de bitácora del Rally

Con algo de resaca ponemos rumbo a Dahkla en carreteras de rectas interminables y paisaje monótono y desolador.
Tras pasar Tah (el último pueblo marroquí) entramos en el Sahara Occidental. Es muy visible la presencia militar y policial en la zona. En un solo día como hoy hemos entregado casi la mitad de las treinta fotocopias que llevamos de nuestros pasaportes. Siempre se interesan por nuestro destino final y nuestra profesión. Alguno te pide algún regalo, pero nosotros ni caso.
Pasamos por el Laâyoune que esta sorprendentemente cuidado y arreglado. También podemos observar muchos vehículos de la ONU. Yo por curiosidad politológica, intento encontrar el la agencia de la ONU para el Sahara Occidental, pero el vehículo de los polis pincha una rueda. Su gato no sirve y le prestamos el nuestro. El pinchazo retrasa algo el viaje y aun nos quedan 500 km de viaje, por lo que dejamos nuestra búsqueda del cuartel de la ONU.
En las carreteras nos encontramos pueblos totalmente abandonados, construidos por Marruecos para empadronar a marroquís y así ganar un posible referéndum de independencia.
Cuesta concentrarse y no quedarse dormido en carreteras como las del Sahara. En alguna ocasión las dunas invaden la carretera no sabiendo por donde continuar.
Comemos en la playa de un pueblo saharaui, un poco de pate y pan es todo el menú antes de volver a montarnos otra vez en el coche.
Por fin llegamos a Dakhla, que es bastante conocido por los amantes del KiteSurf por su fuerte y constante viento, que a nosotros nos dificulta bastante montar las tiendas. Finalmente encontramos un hueco entre las rocas y podemos contemplar una increíble puesta de sol. Con el atardecer, la playa se llena totalmente de cangrejos.
Unos cuantos decidimos bajar hasta el centro de la ciudad (estamos a unos 22km) para cenar. Nacho conoce a un saharaui, dueño de un hotel, que lucho con el frente Polisario. A mí me apetece mucho conocer su historia.
Cenamos en un restaurante (sin saber las nefastas consecuencias que tendrá esta cena para la mayoría) y damos una vuelta por la ciudad que está bastante activa. Es muy notable la presencia de muchos subsaharianos con sus puestos ambulantes, donde alguno de nosotros aprovecha para hacer alguna compra.
Tras la vuelta, nos dirigimos al hotel que regenta el saharaui, pero no está. Sin embargo, nos invitan a tomar té en el ático del edificio donde tienen instaladas tres Jaimas, donde duermen varios senegaleses y saharauis. Sin duda vivimos una experiencia única allí. Tuvimos la oportunidad (casi por signos) de hablar con un saharaui, de madre española, de la inmigración y el conflicto del Sahara.
Cansados nos retiramos a dormir, con ciertos síntomas que nos hacían predecir que la cena, no nos había sentado muy bien.

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